Intervenciones, crímenes de lesa humanidad, paz, soberanía y otras distorsiones cognitivas de la dictadura en Naciones Unidas

El pasado lunes 27 de septiembre, Denis Moncada, Ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, participó en la 76ª Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York. Su presentación fue en línea con sus intervenciones anteriores en los foros globales o regionales, en cuanto a su constante disposición para defender al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, mediante un uso sistemático del discurso oficialista con respecto a la crisis política y, sobre todo actualmente, con respecto a la Covid-19 y el Cambio Climático. Su intervención pasó sin mencionar los casos de Covid-19 en Nicaragua o el avance de la agroexportación sobre las reservas naturales en el país, claro está. En este sentido, aunque no puede resaltarse ninguna novedad de su discurso, sí se pueden extraer dos lecciones valiosas del discurso de Moncada. Una, es el espejo en el que se mira reflejado, al mencionar casos y situaciones de países que quizá, según Moncada, atraviesan situaciones similares a Nicaragua. Segundo, las tenebrosas afirmaciones que parecen criminalizar a los presos y presas políticas y sus familiares, como agentes de países que cometen “crímenes de lesa humanidad”. Ambos puntos, se podría interpretar, están preparando el terreno para un mundo imaginado después de las elecciones de noviembre, en el cual el FSLN buscará obtener algún tipo de reconocimiento internacional y, consecuentemente, legitimidad para seguir gobernando. 

Es curioso que Moncada utilice el foro de la ONU para mencionar los casos de Afganistán y Bielorrusia (la última dictadura de Europa), agregados a las menciones usuales en apoyo a Venezuela, Palestina, Irán y Corea del Norte. Incluso, es interesante que Moncada pase a apoyar  “los esfuerzos” de Rusia “por promover la paz” con respecto a sus intervenciones en los países mencionados. El llamado de Moncada a respetar la soberanía de dichos países y condenar las sanciones contra el régimen, entre varios, de Alexander Lukashenko en Bielorrusia, es un claro indicador del lugar que el gobierno de Nicaragua está ocupando en la esfera internacional. Todos estos países han sido sujetos a sanciones por parte de la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos, debido a situaciones casi homólogas a las de Nicaragua: persecución y encarcelamiento de opositores políticos, crímenes de lesa humanidad y fraudes electorales. 

El siguiente movimiento retórico de Moncada es escalofriante. Dichas intervenciones de la UE y los Estados Unidos son, “en tiempos de Pandemia (…), crímenes de lesa humanidad”, en palabras del Ministro. Estas medidas afectan a “2,000 millones de personas”, según Moncada, sin revelar exactamente como realizó ese cálculo. De esta manera, Moncada pasa por alto los crímenes realizados por el régimen en Nicaragua, o por los países que defiende en el foro. Al voltear la mirada a los países desarrollados, Moncada ubica a Nicaragua como un país víctima de una intervención, a semejanza de Afganistán, y, tácitamente, criminaliza a la oposición en Nicaragua, ya que pasa a formar parte de los intereses de la UE y Estados Unidos, quienes son los que cometen los crímenes, según el discurso de Moncada.  

Al final, Moncada se ve en la necesidad de mencionar las próximas elecciones de noviembre en Nicaragua. Menciona detalladamente todos los partidos políticos que participarán en ellas y vuelve a reiterar que “No es el imperio norteamericano el que elige en Nicaragua, es el pueblo nicaragüense”. Sin mencionar a los partidos políticos que perdieron la personería jurídica (CxL y PRD), mucho menos a las cienes de personas apresadas por razones políticas, Moncada valida por omisión que todas las personas no incluidas en la carrera electoral son aquellas que elige el “imperio”, no la población nicaragüense. 

Son claras todas las contradicciones en el discurso de Moncada. Por un lado, ¿serán partidos o candidatos del imperio, los que contaban con mayor aceptación de la ciudadanía para las próximas elecciones? ¿Puede Moncada afirmar que representa a un gobierno popularmente electo, cuando nunca ha sobrepasado el 35% de voto popular en las elecciones, al menos que se cuenten las elecciones llevadas a cabo con fraude?

Finalmente, no se puede omitir que Moncada defiende el desarme nuclear junto a su apoyo a Corea del Norte, país que recientemente ha ensayado y probado nuevos misiles antiaéreos y nuevos misiles supersónicos. Apoya los “esfuerzos por la paz” de Rusia, un país que también interviene y ocupa territorios, como Crimea y Ucrania. Además, a semejanza de Nicaragua, mantiene presos a sus opositores, como Alexei Nalvany. 

Moncada, y el régimen Ortega y Murillo en general, saben que necesitarán de apoyo en la ONU para lograr el reconocimiento de su gobierno ante la comunidad internacional, luego de las elecciones de noviembre. No es sorpresa que el ministro esté reforzando alianzas con países como Venezuela, Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte e Irán. Lo que no se puede pasar por alto, es que estas alianzas se tejen mediante discursos y formas de ver el mundo totalmente radicalizadas, en las cuales las intervenciones de algunos países son “crímenes de lesa humanidad”, mientras que las intervenciones de otros países son “paz y soberanía”. En la Nicaragua de hoy, con centenares de presos y presas políticas, sin una estrategia clara para enfrentar la Covid-19 y sumergida en su peor crisis política, económica y humanitaria, parece que se habla más de la soberanía, mientras la pandemia corre libre en el país y se sigue avanzando con la destrucción de la naturaleza que le queda a Nicaragua.